Lineas convergentes

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domingo, 24 de enero de 2016

Amor eterno.

Escrito por: Julio Bautista Rodriguez


Pasó mucho tiempo pensando como demostrarle el intenso amor que sentía por ella. Hacía poco más de un año que se conocían, sabía que estaba soltera, sin compromiso alguno, pero un indescifrable misterio rodeaba a la bella y atractiva chica, nunca hablaba sobre ella y siempre se le veía sin compañía.

Aquel lunes, decidió regresar a la oficina más temprano que de costumbre, llevando consigo el más hermoso ramo de rosas jamás antes visto, colocándolo  cuidadosamente sobre el escritorio de ella.

Poco mas tarde al arribar la chica, sin poder disimular su asombro dirigió al impávido hombre que apenas lograba sostenerse sobre sus piernas, una mirada que más que alegría por la sorpresa reflejaba tristeza y melancolía. Sonrió nerviosamente y le agradeció la gentileza hacia su persona.
 
Aprovechando la ocasión, el le dejo saber cuanto significaba su presencia y lo importante que podía ser ella para su vida.

Las palabras de la joven dejó confundido al tierno enamorado. No eres merecedor de mí, le dijo, vivo en un mundo muy complicado disfrutando cada día como si fuera el último de mi vida.

El hombre no comprendía como una persona tan carismática podía vivir tan solitaria. Muchas dudas acudieron a su cabeza, pero ninguna de estas lo alejaron de sus verdaderas intensiones.

Al siguiente día, las rosas habían abierto de manera impresionante, contagiando todo el espacio con su perfume seductor. Cerró los ojos y por un instante la imaginó a su lado rozando sus labios con los de ella y acariciando sus finos y rubios cabellos.

El timbre del celular interrumpió su fantasía y aunque no conocía el número contestó.

Buenos días, dijo una voz débil y confusa desde el otro extremo de la línea. Era la chica comunicándole que se ausentaría al trabajo por encontrarse delicada de salud.

No te preocupes, descansa y recupérate le dijo el hombre, no sin antes ofrecerle su ayuda.

Dándole las gracias, la joven cortó la llamada sin un adiós.

A la mañana siguiente, recibió otra llamada dejándole saber que continuaba enferma, esta vez su voz se escuchaba lejos, como perdida en el tiempo.
 
El hombre miró las rosas, que continuaban frescas y olorosas como sustituyendo su presencia, pero percibía algo extraño al observarlas. Tras sentir una corazonada, paso la vista detenidamente por el escritorio de la joven  y tomo una pequeña nota que sobresalía entre el resto de los papeles cuidadosamente organizados, donde se podía leer.

“Perdóname, no tuve el valor para decirte que también te amaba, ya no regreso mas”.

Sintió detenerse su corazón, su respiración se cortó por un instante, trató de decir palabra alguna y no pudo gesticular, simplemente, creyó su vida acabada con su partida.

Desesperadamente trató de comunicarse al número de teléfonos que guardaba en la memoria del suyo, pero todos los intentos fueron fallidos, era evidente que había apagado su celular o peor aun lo había desconectado.

Durante todo el día trato de comunicarse sin lograr resultado, trato de conciliar el sueño al llegar la noche pero fue imposible.

Al amanecer, decidió no ir a trabajar, pensó en ella, pensó en las rosas, pensó en la nota, así estuvo por los siguientes dos días.

Cuando regresó a la oficina, aun sin fuerza y sentimentalmente herido, su sorpresa no pudo ser mayor, las rosas no estaban en el lugar que ocupaban, trató de buscar una explicación, pero otra nota esta vez en su escritorio aclaró todo. “Vine por las rosas, estarán conmigo por siempre, aquí te dejo las llave de la oficina, espero seas feliz”.

Desplomándose sobre una silla, trató de comprobar que lo que estaba viviendo era real y al reaccionar lloró desconsoladamente.

Perdiendo la noción del tiempo, deambuló por las calles, veía su imagen en el rostro de otras mujeres, gritaba su nombre sin saber a quien llamaba.

Cuando el devastado hombre logró organizar sus pensamientos, se propuso localizar la residencia de la mujer a la que amaba con loco frenesí.

Valiéndose de las redes sociales, consiguió una buena pista que lo llevó a un edificio de apartamentos en las afuera de la ciudad. Era un lugar tranquilo, accedió a su interior y tomo el ascensor hasta el piso numero ocho, busco el número del apartamento y accionó el timbre, nadie respondía en su interior. Decidido a todo, tocó con el puño de la mano tan fuertemente que la vecina abrió su puerta para ver que sucedía.

Ahí no vive nadie, dijo la sexagenaria mujer.

Busco a esta persona, le dijo el rápidamente.

Ah, es usted su enamorado, continuó la señora.

Como lo sabe? Preguntó el sorprendido hombre.

Muchas veces ella hablaba de usted, que pena que no pudieron compartir una bonita relación.

Aquí hay una carta que ella le dejó antes de partir, sabía que usted vendría.

Antes de partir a donde, preguntó él.

Al cielo, contestó la mujer. Ella se ha ido al cielo, reafirmó.

El rostro del hombre palideció, incrédulo comenzó a llorar, se arrodilló y juró buscarla en el mas allá. Estuvo mucho tiempo inmóvil, preguntándose una y otra vez porque, sin obtener respuesta.

Ya de noche en su habitación decidió leer la carta. En esta explicaba detalladamente la penosa enfermedad que padecía y le pedía perdón por no haberle confiado sus problemas, pues no quería verlo sufrir.

Allá te espero, escribió en su última línea antes de terminar con un te amo.

Cuando amaneció, aun débil, sin poder contener sus lágrimas, fue hasta el cementerio donde depositaron sus restos, cuya dirección aparecía en la carta evidenciando que había arreglado todo de ante mano, al acercarse a la tumba donde yacía, encontró junto a su fotografía el ramo de rosas rojas que el le había regalado con señales evidente de que morían junto con ella.

Mirando fijamente su fotografía murmuró, yo también te amo. Permaneció en silencio durante largas horas, cayó la tarde y al llegar la fría noche el hombre casi desfalleciente aun permanecía junto a la tumba, nada ni nadie hubiese podido consolarle.

Al aclarar el día, los celadores del cementerio activaron la alarma para comunicar que habían encontrado un cuerpo sin vida sobre una tumba, cuando lograron reconocer el cadáver se trataba del eterno enamorado, aquel que murió de frío para estar junto a su amada.

JBRA.

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