Lineas convergentes

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jueves, 10 de diciembre de 2015

Cañamero.

Escrito por: Julio Bautista Rodriguez


Su nombre era Cañamero, nació y se crió en un pobre barrio intrincado en lo profundo del monte y habitado por alrededor de un centenar de  personas.
Era hijo único, desde muy joven quedó huérfanos de padre y madre, convirtiéndose  en una persona poco conversadora, solitaria, pero muy inteligente y trabajadora.
Ya de hombre, se dedicaba a cultivar un pedazo de tierra que había quedado como única herencia de sus padres la que le servía de medio de subsistencia.
Su choza con piso de tierra, paredes de tablas de palmas y techo de guano, permitía cada mañana penetrar la luz del día por cada rendija, aclarando su interior al punto de no haber diferencia con el exterior.
Cañamero era un hombre muy servicial, ayudaba a todos a cambio de nada. Su humildad fue interpretada erróneamente por algunos pobladores del barrio, entonces muchos comenzaron a abusar de su amabilidad.
Una noche, un grupo de hombres que participaban en una improvisada fiesta, al parecer con unas copas de mas, llegaron hasta donde vivía, prendieron fuego a su maltrecha casa, también quemaron y destruyeron parte de la cosecha con la que sobrevivía, matando y robando la mayoría de los animales que criaba.
Lejos de convertirse en una persona rebelde y aún conociendo a los autores del daño, al otro día, recorrió los mismos caminos como lo hacia diariamente, levantando su mano para saludar a quienes se encontraba a su paso, incluyendo a los que habían hecho acto de presencia en su propiedad la noche anterior.
A pesar de que hubo algunos comentarios sobre lo ocurrido, nadie fue capaz de rechazar la descabellada injusticia abiertamente.
Durante mucho tiempo Cañamero durmió en una vieja hamaca, bajo la copa de un frondoso árbol, pasando frío en las madrugadas, soportando dolorosas picaduras de insectos e  intensas lluvias en ocasiones. Nunca se escuchó palabra alguna de su parte sobre las malas acciones en su contra, a pesar de que cuando no lograba conciliar el sueño algunos raros pensamientos atormentaban su mente.
Un día labrando la tierra, encontró una caja metálica que contenía valiosos objetos, se sorprendió tanto que le costó mucho trabajo  creer que el hallazgo era cierto, no cabía dudas de que la caja tenía un valor incalculable.
Una mañana recorrió durante mas de tres horas un largo camino para llegar hasta el pueblo mas cercano, allí también lo conocían todos los pobladores a pesar de  que era mucho mas grande que su pueblo natal. Cañamero se acerco a un famoso comerciante y canjeó una hermosa prenda por víveres, licores y una carreta tirada por dos robustos caballos. En la carreta coloco las cajas y los sacos, llevando suficiente provisiones para los habitantes de su pueblito que al recibirlos y sin salir del asombro comenzaron a vitorear al humilde hombre
Repartió los alimentos casa por casa dejando doble donación en aquellas donde vivían quienes les habían hecho daño, como un subliminar mensaje, pues era un secreto a voces, que abusaban y pegaban a sus esposas cuando llegaban trasnochados y no encontraban que comer. De esta manera trataba de aliviar la penosa situación de esas mujeres victimas del más humillante machismo que imperaba por aquellos tiempos.
Era una noche donde la luna estaba ausente, cuando Cañamero decidió marcharse del pueblo. Aprovechó que todos dormían y desapareció sin dejar rastro alguno, dejando un gran misterio entre todos los vecinos.
Años más tarde, apareció en el pueblo un elegante hombre de negocios, llevando la única fuente de empleo y prosperidad a la región. Muchos especularon acerca de éste, pero nadie  reconoció al empresario Cañamero.
Construyo caminos, una escuela para los niños, una iglesia y otros pequeños negocios que cambiaron la vida a todos los que allí vivían, abriendo así las puertas a nuevos habitantes. También fijo su nueva residencia en el lugar convirtiéndose  en el amo y señor del pueblo.
 
Bajo un argumentado pretexto, busco la oportunidad ideal,  para reunir en el mismo lugar donde cometieron el crimen, al grupo de maleantes que lo dejo sin vivienda varios años atrás. Una vez reunidos todos  dijo con voz firme y fuerte. Mi nombre es Cañamero y estoy aquí para hacer justicia, desde el primer momento supe que fueron ustedes los causantes del siniestro que me dejo sin hogar, quiero ser condescendiente y directo, he aquí el trato.
 
A  partir de este momento trabajaran para mi como empleados domésticos, sus salarios serán pagados a sus esposas o familiares allegados para que compren alimentos y artículos de primera necesidad, les queda  prohibido ingerir bebidas alcohólicas o participar en actividades sociales y  el único día libre que tomaran en  la semana, lo pasaran en la iglesia en misa o ayudando en los quehaceres en esta. De no aceptar, serán denunciados y puesto bajo la disposición de las autoridades para que pasen el resto de sus días en la cárcel.

Aceptan o no aceptan? Pregunto Cañamero esta vez con voz mas suave.
 
Casi al unísono, se escucho a todos decir, acepto señor.

Inmediatamente, los hombres se incorporaron a las funciones domesticas designadas hasta entonces  para mujeres, realizando todo tipo de quehaceres, en sus ratos libres eran educados por el señor Cañamero, aprendieron a escribir, leer y a comunicarse de manera respetuosas con las demás personas.
 
Desde entonces los habitantes y visitantes del pueblo curioseaban a los encargados domésticos cuando cada día salían a hacer las compras o a limpiar los alrededores de la casa.

Obligados a saludar  cordialmente a todos los transeúntes, los hombres inspiraron a todo un pueblo a hacer chistes y redactar historias sobre ellos, atrayendo  visitantes de regiones cercanas interesados en conocer a quienes habían roto todos los estándares machistas existentes hasta entonces. De esta manera, el olvidado pueblo, se convirtió en el más renombrado por esos tiempos.

JBRA.                  

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