Cuando la nostalgia se apoderaba de mis sentimientos, solía pasar largas horas sentado frente al mar, de esa manera meditaba fijando la mirada en su inmensidad.
Una noche
de Luna llena y cielo estrellado, decidí llegar hasta una playa situada detrás
de la ciudad donde vivo, lugar que las parejas frecuentaban y lo convertían en
un sitio ideal para intimar.
Tome
posición sobre la raíz de un árbol próximo a la orilla, donde mis pies eran
alcanzados por el agua. Entre gritos y gemidos, comencé a observar las luces de
los altos edificios, luego me concentré en el reflejo de la Luna en el agua
cristalina.
Mi
concentración llegó al punto de ver dibujado sobre el agua una hermosa figura
de mujer que semidesnuda se acercaba cada vez más y más a la orilla donde yo
estaba. Su pelo rubio y mojado hacían la combinación perfecta con sus ojazos
azules, su nariz perfilada y sus carnosos labios la hacían lucir como una
diosa.
Sentí su
voz suave y seductora que me invitaba a adentrarme al mar, el agua era cálida y
tranquila.
Fuí acercándome
poco a poquito y estreché su cuerpo con el mío, fundidos en un abrazo nos
besamos como si estuviéramos acostumbrados a hacerlo de antemano, nos
sumergimos en el agua y disfrutamos los placeres que bajo la luz de la luna nos
hace sentir diferente a lo normal.
Seguía
escuchando gritos y quejidos de las parejas que prefirieron quedarse en la
orilla sin mojar su cuerpo, al menos por
el agua de mar. También escuché una música suave digna para enamorados y me
espacié con la diosa del mar de todo lo que me rodeaba, al punto de perder la noción
del tiempo, no se describir exactamente lo que viví, pero yo estaba allí, con
el agua hasta el cuello.
Un sonido
de sirenas, me hizo volver en mí, cuando reaccioné un equipo de salvamento
luchaba por sacarme del agua, casi desfallecido y llamando sin saber su nombre
a la diosa del mar.
Entre
el murmullo de la gente concentrada en la orilla, fuí trasladado a un hospital de
emergencias, algunos vanos recuerdos de lo sucedido llegaban a mi mente. Mi
nostalgia se combinó con algún tipo de alucinación y esto casi me cuesta la
vida.
No culpo al
mar por mis instintos criminales, seguiré meditando preferiblemente acompañado
y con la seguridad de que no hay sirenas o diosas en los mares.
JBRA.
JBRA.
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